Siempre que recibo un pedido de un animalillo, me da mucho mucho gusto. Creo que mi mayor alegría es saber que algo que tejo con amor, será recibido de igual manera.
Es diferente que me hagan un pedido directamente a que adopten un animalillo ya hecho, si bien en los dos casos me siento feliz.
Cuando hacen el pedido sé que les gusta el animalillo, tanto, como para tener uno propio y además es posible hacerlos “a la medida”: con los colores y el tamaño que elija quien lo va a adoptar.
Por si eso fuera poco, cuando me hacen un pedido me abren una gama de posibilidades que probablemente no había considerado, me retan y me invitan a ampliar mi catálogo y mis habilidades. He de confesar que a veces me cuesta mucho hacer el animalillo pedido y aquí vuelvo al tema de los patrones. Por ejemplo, mi cuñada quería un unicornio. El patrón del caballo que tenía me había gustado tanto que simplemente adapté los colores y añadí el cuerno para convertirlo en un unicornio. Pero luego me hacen pedidos de animalillos que prefiero diseñar, ya sea por los rasgos específicos o porque ninguno de los patrones que veo me convence.
Un ejemplo de un pedido que me retó y cuyo resultado me hizo muy feliz: