Cuando empecé a tejer amigurumis me gustaron más los que no estaban vestidos. Me explico: me parecía que los vestidos son como esas versiones de Hello Kitty donde se viste de abeja, de oso o de princesa, como si tuviera problemas de identidad. Así que decidí que mis animalillos tejidos no tendrían ropita extra, ni accesorios, ni problemas de identidad: eran gatos, conejos y ranas, lindos y tejidos con amor, pero no “humanizados”.
Así que cuando me pidieron un oso con chaleco, tuve algunos conflictos. Primero, porque no había querido vestir a mis animalillos y segundo, porque después de mi experiencia con el chaleco para mi marido, no me habían quedado muchas ganas de tejer ropa: fue tardado y los resultados no me gustaron.
De todas maneras, me puse a hacer el oso y éste es el resultado:
Con cara de sorprendido, pidiendo un abrazo y desnudo.
Luego me puse con el chaleco. Hice y deshice varias veces, me quedaron las hebras finales medio sueltas, pero lo logré:
El detalle fue a la hora de ponérselo: fue un poco difícil aunque se lo estuve midiendo mientras lo hacía, pero creo que al final quedó bien:
Y antes de entregarlo a su nueva familia, buscar dónde tomarle más fotos. El lugar elegido fue el jardín de mi abuela y me gustaron los resultados:
Después de este pedido de animalillo vestido, llegaron otros y para esos casos decidí incorporar la ropa al tejido por varias razones: como ya comenté, no me gustó la experiencia de tejer ropa tamaño adulto, menos tamaño amigurumi; me parece que el animalillo es más abrazable y transportable sin tener prendas o partes sueltas y no quiero que vayan a tener problemas de identidad y luego se quieran poner disfraces de conejo o de mariposa.