Ya que los entendí y los empecé a practicar, pensé que nunca iba a ser capaz de hacer un amigurumi sin seguir un patrón. Veía y admiraba tantas fotos lindas de animalillos en la red. Hice aminekos, ranas, conejos, más gatos y de pronto, un día, pude hacer uno sin seguir un patrón al pie de la letra.
Una compañera del trabajo me encargó un pingüino para su sobrina pero lo quería grande. Los patrones que yo había visto, eran para un animalillo más bien chiquito, así que me lancé a la aventura de hacerlo sola. Hice y deshice varias veces y éste fue el resultado:
Tal vez un poco más grande de lo que me imaginé, la cabeza un poco extraña pero la sensación de que salió de mis manos y mi mente, fue muy linda.
Pasó un tiempo sin hacer algo más sin seguir patrón hasta que me encargaron animalillos “con personalidad”. Me di a la tarea de hacer y deshacer, sin seguir un patrón exactamente. Lo que sí hice fue recordar cómo iba dándole forma a cada parte de esos amigurumis que tejí previamente: así salen las orejas picuditas como de gato, así más redondas, como para un oso, las patas traseras un poco más cortas.
Y el resultado fue éste:
Usé los colores que tenía a la mano y la idea que tenía para darles personalidad y verstirlos sin vestirlos. Me gustó el resultado y lo mejor fue que salieron otra vez de mis manos y mi mente.
Sin embargo, no me atrevo a decir que son “mis” patrones, porque me he inspirado y aprendido las técnicas de muchas páginas, de ver y ver fotos y más fotos, de hacer y deshacer y además casi nunca escribo las modificaciones que hago, por lo que el siguiente animalillo es siempre ligeramente diferente.
Por eso me cuesta tanto pensar en que alguien desee tomar un patrón de la red o hacer un animalillo basado en fotos y decir que son “sus” patrones.